Rural communities in North Carolina struggle with broadband access in the age of COVID-19. (stock photo)

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Traducción por Aaron Sánchez-Guerra

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Cuando la escuela comenzó en el condado de Beaufort en agosto los hijos de Dana Heath Darden, una residente del pueblo de Chocowinity, se inscribieron en clases en línea utilizando Chromebooks y un aparato de punto de acceso de Wi-Fi.

La familia Darden no tienen Wi-Fi porque es prohibitivamente caro para la familia, por lo que se suponía que el aparato de Wi-Fi ayudaría a los niños a mantenerse al día con sus cursos.

Pero los problemas comenzaron enseguida. 

Uno de los hijos de Darden está en la preparatoria, y aunque su hermano de secundaria pudo arreglárselas con el aparato de Wi-Fi, el hermano mayor no pudo transmitir sus cursos de la manera que necesitaba. Luego, las calificaciones del estudiante de buenas notas bajaron, dijo Darden, y él se puso cada vez más ansioso.

Finalmente, decidió mudarse con un hermanastro en el pueblo de Williamsport hasta que se volvieran las clases presenciales. 

“Ahora somos una familia rota”, dijo Darden. La mudanza de su hijo permitirá que él mantenga sus calificaciones, pero no es ideal para su hermano de 16 años.

“Allí no tiene el apoyo que tiene en casa”, dijo. 

Los Darden son parte de las bastantes familias que luchan con el aprendizaje en línea este semestre. Las escuelas públicas de Carolina del Norte han estado operando con aprendizaje total o parcialmente a la distancia para limitar la exposición a la pandemia actual de COVID-19, lo que presenta una variedad de desafíos para los estudiantes en áreas con infraestructura de Internet, o banda ancha limitada.

Acceso limitado

De acuerdo con la Oficina de Infraestructura de Banda Ancha de Carolina del Norte, o BIO por sus siglas en inglés,1,6 millones de familias en el estado no pueden acceder a Internet en el hogar o pagar por él.

Además, 261.000 viven en áreas sin proveedores de servicios de Internet. En algunas comunidades rurales, las pocas opciones que existen no permiten grandes descargas de data, mucha transmisión de video ni tener a múltiples aparatos conectados a la vez.

Convencer a los proveedores inviertan en estas áreas es algo difícil, dijo el director de BIO, Jeff Sural, porque el acceso a Internet no está regulado ni clasificado como un servicio esencial.

“La industria se basa en el mercado, por lo que los proveedores irán donde puedan contratar a un número significativo de clientes para justificar su retorno de la inversión”, dijo Sural.

“Tenemos una situación en la que en las áreas remotas y rurales de nuestro estado, las fuerzas del mercado simplemente no están funcionando como lo hacen en áreas más pobladas”.

Sin embargo, BIO está incentivando a los proveedores a expandir el acceso a través de su programa de becas llamado Desarrollando las Economías Rurales con Acceso a la Tecnología o GREAT, por sus siglas en inglés. El gobernador Roy Cooper anunció recientemente el lanzamiento de varias iniciativas nuevas que brindarán servicio a miles de hogares en países rurales. Pero incluso cuando los proveedores se registran, puede tomar de seis meses a dos años establecer esas conexiones, dijo Sural.

Mientras tanto, las familias que radican en áreas de baja conectividad están luchando con eso.

Opciones limitadas

Pamela Smith, residente del condado de Buncombe, dijo que la única opción de servicio para su familia en su hogar fuera de Black Mountain es Internet por satélite. Pero no proporciona suficiente señal para que sus cuatro hijas en la preparatoria participen en el aprendizaje en línea, incluso con la adición de un aparato de Wi-Fi prestado por la escuela.

En lugar de batallar con eso, la hija mayor lleva a sus hermanas a la estación local de bomberos, donde se conectan al punto de acceso de la estación y hacen sus tareas escolares desde su carro.

“Cuatro niños, todo el día, durante cuatro o cinco horas, tratando de hacer Zoom y no tener acceso a un baño ni nada de eso, simplemente no es lo ideal”, dijo Smith sobre la situación.

Smith dijo que le preocupa que las dificultades que tienen sus hijas para conectarse a Internet afecten sus calificaciones. Está particularmente preocupada por su hija mayor, que está buscando universidades a las que pueda asistir. 

Pero ha visto a las chicas estar menos motivadas y dijo que la falta de interacción social ha causado algo de depresión entre ellas.

“Estoy constantemente tratando de animarlas y ocultar mi frustración, pero estoy tan frustrada como ellas”, dijo Smith. “Todas hemos derramado algunas lágrimas aquí y allá”.

La familia de Amanda Anderson también vive en el condado de Buncombe. Cuando las escuelas cerraron por primera vez al comienzo de la pandemia, ella y su esposo, Louis, se apresuraron a encontrar una conexión a Internet confiable para que sus hijos, de 11 y 14 años, pudieran participar en las clases.

Al igual que los Smith, los Anderson tienen Internet por satélite que resultó insuficiente para el aprendizaje en línea.

En la primavera, el hijo menor de los Anderson trabajaba en el porche de la casa de su vecina Adrienne Hollifield, ya que su conexión era más fuerte que la de su casa.

Hollifield tiene 69 años y su esposo 75, por lo que no podían arriesgarse a que el muchacho trabajara adentro. Pero lo dejaron venir tan seguido como pudieron: Hollifield estaba haciendo su propio curso de Zoom con la Universidad Lenoir-Rhyne, por lo que ella y el niño se turnan usando el Internet, incluso en un clima primaveral frío.

“Algunos días todavía hacía mucho frío y yo decía: ‘Aquí tienes un poco de chocolate caliente, ve a tu casa y prepáralo y luego regresa’”, recordó Hollifield.

Una vez que terminaba la sesión del día, desinfectaba la mesa para que ella y su esposo no contrajeran el virus y fuera seguro para el hijo de los Anderson volviera a usarla al día siguiente.

Los desafíos de conectividad no son nada nuevo para Hollifield. Ella luchó durante años para obtener servicio en la propiedad donde ella y su esposo viven y donde los Anderson alquilan su casa. Cuando pusieron una línea de acceso telefónico, “fue un regalo del cielo”, recordó.

Pero a medida que el tamaño del contenido descargado creció y la transmisión de video se convirtió una prioridad, la conexión resultó inadecuada. Hollifield buscó otras opciones, pero le dijeron que debido a su área remota, no hay mucho que hacer a menos que los proveedores inviertan en la infraestructura del área.

El COVID-19 exacerbó el problema de una manera sin precedentes, particularmente cuando se trata de educación.

“Nada ha cambiado realmente” desde la primavera, dijo Anderson sobre las luchas de aprendizaje remoto de su familia, excepto por su rutina.

Prácticamente de regreso a la escuela

Desde el comienzo del nuevo año escolar, Anderson alterna entre dejar a sus hijos en la casa de un amigo que también tiene hijos en edad escolar y llevarlos a la estación de bomberos local en los días que no pueden ir a la casa de su amigo.

Ella y su esposo trabajan durante el horario escolar, así que no puede llevarse a los niños hasta que llegue a casa. Se sienta en el carro con sus hijos durante dos horas mientras ellos usan el Internet de la estación, al igual que las hijas de Pamela Smith. Llegan a casa alrededor de las 8 de la noche para hacer la cena y prepararse para el día siguiente.

Pero eso no siempre funciona.

“Algunos días… no puedo llevarlos a algún lado porque estoy muy agotada después de trabajar”, ​​dijo Anderson.

Barry Pace, director de tecnología de las escuelas del condado de Buncombe, dijo que los maestros están ayudando a las familias que tienen problemas continuos de acceso al darles a los estudiantes kits de aprendizaje práctico, memorias USB cargadas con tareas y trabajos alternativas según sea necesario.

Todos los estudiantes de escuelas públicas en el condado de Buncombe reciben un iPad o una computadora portátil con Windows, según su nivel de grado, por lo que la cuestión clave es la proximidad a un Internet confiable.

Pero para los estudiantes que no están dentro del alcance de una torre celular o cuyas familias no pueden pagar el acceso a Internet en casa, no hay una solución rápida.

Darden, Smith y Anderson dijeron que quieren que sus hijos regresen a la escuela a tiempo completo tan pronto como sea posible y que los impactos negativos de clases en línea superan cualquier preocupación sobre el virus. Es un sentimiento del que se hacen eco otros padres en los hilos de Facebook sobre las decisiones de aprendizaje remoto de diferentes escuelas.

“Sé que este virus es real”, dijo Smith, quien es una enfermera.

“Pero también siento que si somos inteligentes en esto y todos podemos asegurarnos de que nuestros hijos se comporten de manera responsable, creo que podemos hacer que funcione. Solo tenemos que esforzarnos para hacerlo y tratar de volver a la normalidad”.

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Casey Morris is a Carolina Public Press contributing writer based in Winston-Salem. Send an email to info@carolinapublicpress.org to contact her or other Carolina Public Press news team members.