Traducción por Aarón Sánchez-Guerra
Nota del editor: Este artículo es el cuarto de cinco de parte de una serie de reportajes titulada Changing Tides (Las Mareas Cambiantes), que se produjo en parte con el apoyo del Pulitzer Center.
Willy Phillips opera Full Circle Crab Co. y Seafood Market en Columbia en el condado de Tyrrell, un negocio mayorista y minorista.
Él ha observado una disminución en la calidad del agua que afecta la pesquería de cangrejo azul.
Los cangrejos azules son una valiosa pesquería en Carolina del Norte, con un valor comercial de más de $20 millones en 2020. Los estrechos de Albemarle y Pamlico se encuentran entre las pesquerías de cangrejos más productivas de la costa este.
Durante los últimos años, Phillips ha observado “cambios frenéticos de población que no se parecen a nada que hayamos visto en el pasado”.
“Los estrechos son las cuencas de recepción de todos los detritos humanos aguas arriba y están causando un efecto negativo en las poblaciones (de cangrejo azul)”, dijo Phillips.
“Conozco muy bien la angustia que proviene de personas que invierten toda su vida en la industria y ven cómo se desvanece bajo sus pies debido a la falta de atención real del resto de la población sobre lo que está ocurriendo en nuestras aguas”, dijo.
“Existe una ciencia involucrada con esto que, francamente, no estoy seguro de que el hombre sea capaz de entender”.
El bienestar de las pesquerías más productivas de Carolina del Norte enfrenta un peligro por el empeoramiento de la calidad del agua, según biólogos marinos y ecologistas.
La pregunta puede ser no solo si todavía se puede agarrar un pez, sino si la pesca es comestible. Y si decides cenar mariscos pescados por alguien en una época de mares cambiantes, ¿estás seguro de lo que realmente estás comiendo?
La ciencia de la calidad del agua
El ecólogo acuático Hans Paerl, profesor de ciencias marinas y ambientales en el Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Carolina del Norte (UNC) tiene en común con Phillips la preocupación por la calidad del agua en el estrecho conocido como el Albemarle Sound.
Al comienzo de su carrera, en la década de 1980, estudió las floraciones de algas nocivas que aparecían en el río Chowan y el estrecho de Albemarle.
Las floraciones se formaron a través de una combinación de factores ambientales que incluyen la acumulación de nutrientes como el nitrógeno y fósforo en cuerpos de agua.
Estrategias de gestión eliminaron las floraciones durante décadas hasta su regreso en los últimos años.
“Hay muchas razones para preocuparse desde una perspectiva de uso humano”, dijo Paerl. “No se puede nadar en aguas afectadas por ellas”.
Los seres humanos tampoco pueden ingerir de forma segura las sustancias tóxicas producidas por esas flores.
“Resulta que las toxinas pueden durar semanas en un sistema y terminar en la red alimentaria”, dijo Paerl. “Existe una hipótesis por la cual los cangrejos pueden ingerir algunas de las toxinas ya que no comen de manera selectiva. Esta es una de las preocupaciones”.
Los investigadores están seguros de que las sustancias están en el agua, pero aún tienen que identificar las fuentes precisas. Las posibilidades incluyen operaciones agrícolas concentradas en la cuenca, sistemas sépticos defectuosos y contaminación de fertilizantes químicos.
La extracción intensiva de madera para la producción de gránulos de madera también es preocupante. Los árboles actúan como amortiguadores de sedimentos que llevan nitrógeno. La remoción de árboles aumenta la descarga de sedimentos en la cuenca.
El estrecho de Albemarle también es un sistema lagunar en el que los nutrientes circulan muchas veces en el cuerpo de agua antes de que sea arrojada al mar.
Aunque esta dinámica ayuda a que el estrecho sea una pesquería tan productiva, sus abundantes aguas son una maldición cuando se trata de la producción de floraciones de algas nocivas.
Desafortunadamente, “no podemos cambiar el clima”, dijo Paerl. “La única cosa real que tenemos que modificar es la cantidad de nutrientes”.
Paerl está colaborando con funcionarios estatales para identificar sus fuentes y desarrollar estrategias más efectivas para controlar la invasión de sedimentos y la cantidad de nutrientes que ingresan a los cuerpos de agua.
Cualquiera sea la fuente, el cambio climático agrava la acumulación de nitrógeno en las vías fluviales de Carolina del Norte.
Las lluvias más extremas y el calentamiento, dijo Paerl, caen “directamente en el libro de jugadas de las floraciones de algas”.
David Eggleston, director del laboratorio marino de la universidad NC State, también estudia el impacto del cambio climático en los cangrejos. Si existe algún animal que pueda adaptarse al cambio climático, dice Eggleston, es probablemente un cangrejo.
“Estamos hablando de un animal muy resistente en términos de la dinámica de su ambiente”, dijo. “Si se les está acabando la comida, empezarán a comerse unos a otros”.
Los cangrejos también pueden adaptarse a las floraciones de algas en descomposición que absorben oxígeno. Eggleston descubrió que los cangrejos desarrollan una tolerancia fisiológica en entornos de bajo oxígeno. También responden bien a los cambios en la salinidad como resultado de las inundaciones tierra adentro, las tormentas y el aumento del nivel del mar.
Sin embargo, no está claro qué tan rápido pueden adaptarse a esos cambios, dijo. Los cambios repentinos en los niveles de oxígeno y la salinidad pueden ser demasiado rápidos para estos crustáceos versátiles.
“Se trata de la velocidad a la que se están produciendo estos cambios”, dijo.
¿Qué hay para cenar?
Saber con precisión de dónde provienen los productos del mar en un mercado local puede no evitar los cambios de un clima más cálido, pero según el ecólogo marino de la UNC, John Bruno, el conocimiento respaldará las pesquerías locales y sostenibles.
Cuando era un adolescente que trabajaba como cocinero de preparación en la ciudad de West Palm Beach en la Florida, Bruno recordó haber cortado “vieiras” de las alas de rayas con púa con un cortador de galletas redondo (las vieiras verdaderas no vienen de las rayas.)
El etiquetado incorrecto intencional de los mariscos era, y sigue siendo, una práctica común, dijo.
Recientemente con la ayuda de estudiantes él lanzó una organización sin fines de lucro llamada Real Seafood, que se traduce a Mariscos Verdaderos en español.
Su misión: garantizar que las etiquetas de los productos del mar en Carolina del Norte sean precisas.
Bruno, cuya experiencia es el impacto del cambio climático en los ecosistemas marinos en los trópicos, desarrolló una clase forense de mariscos para enseñar los fundamentos del código de barras de la vida, contenido en el ADN.
Hasta ahora, sus estudiantes han tomado muestras genéticas de camarones y pargos rojos de restaurantes, mercados de mariscos y tiendas de comestibles.
Ellos han demostrado que los camarones que son anunciados como siendo “capturados localmente” en un menú pueden no serlo.
“Con frecuencia no sabes lo que estás comprando”, dijo Bruno. “Existe una buena posibilidad de que el camarón que ordenaste haya sido cultivado en, digamos, Ecuador y empacado en una hielera durante uno o dos años en Quito. Eventualmente puede llegar a un restaurante de mariscos en la playa, donde lo ponen en una sartén y afirman que lo pescaron ayer”.
La captura mal etiquetada puede no solo carecer de sabor, sino que también proyecta una falsa sensación de abundancia de mariscos, dijo. Eso lleva a los consumidores a apoyar inadvertidamente los mariscos de pesquerías mal gestionadas.
El vínculo entre la elección del consumidor y la gestión de la pesca es importante, dijo Bruno. El etiquetado correcto es una acción válida para apoyar las pesquerías sostenibles de Carolina del Norte desde Wanchese hasta Wilmington.
Sin embargo, las mayores conmociones para la disponibilidad de mariscos probablemente serán las condiciones del océano. Esas condiciones cambian rápidamente debido al calentamiento del clima, y eso es algo que una etiqueta no puede arreglar fácilmente.